LO QUE NADIE SE ATREVE A PREGUNTAR EN VOZ ALTA: ¿DAVID GRAIVER, ESTA VIVO?

Publicado en por CHE CACHO

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LOS ELOCUENTES INDICIOS QUE NUNCA SE INVESTIGARON

 

En medio de la bizarra discusión en torno a Papel Prensa, una cuestión ha sido pasada totalmente por alto y allí radica una cuestión fundamental para entender parte de la trama que hoy se discute: ¿Murió David Graiver en agosto de 1976 o fue un acto simulado?

Las sospechas se hacen carne cuando uno analiza ciertas cuestiones puntuales, las cuales han sido olvidadas ya por la goma de borrar del olvido.

Todo empezó la mañana del sábado 8 de agosto de 1976, cuando los diarios nacionales aseguraron que “en un accidente aéreo ocurrido cerca de Acapulco perdió la vida e banquero argentino David Graiver”.

La información se conoció textualmente así: “Tenía 35 años de edad y una red bancaria internacional con sedes en la Argentina, Estados Unidos y Bélgica. Graiver era, al parecer, el único pasajero del avión accidentado, un Falcon birreactor, matrícula N-888-AR, arrendado a la empresa Hansa, de Houston, Texas. El comandante de la aeronave capitán Michaen Bann y el copiloto, Kevin Barnes, también murieron en el accidente que se produjo en la zona montañosa del estado de Guerrero, unos 20 kilómetros al este de la ciudad de Chilpancingo”.

Sin embargo, hay puntos que jamás han terminado de cerrar. La patrulla de auxilio recién pudo alcanzar a las 11:00 de la mañana del día 8 las estribaciones del cerro El Burro, donde a las 3:55 horas se había estrellado el aparado que habría llevado a Graiver como único pasajero. Según las actuaciones fue Arturo López Ramírez, de 18 años de edad, el primero en llegar hasta los restos despedazados y calcinados del avión, sólo reconocible por la matrícula pintada en su cola que resultó intacta. A las 17 hs, los rescatistas sólo habían logrado reunir tres manos, un cuero cabelludo de mechas largas y rubias y un pedazo de torso, apenas la piel, y una bolsa de intestinos humanos. Nada más. Ni un reloj, ni un botón o medallita, menos un documento o fotografía familiar. Y algo muy extraño: tampoco un solo hueso humano, que son muy difíciles de destruir. Pero, como se dijo, en el avión viajaban tres personas, los brigadistas distribuyeron los restos en tres bolsas de plástico.

A las seis de la tarde llegó el licenciado Elías Añorve López, agente del Ministerio Público Federal en Chilpancingo, en compañía del doctor César Peña Cámara, director del hospital civil de la capital del Estado de Guerrero. Los acompañaban dos hombres desconocidos en la región: Isidoro Graiver, que se dijo hermano de David y Emilio Valerio Fernández, que fue presentado por Isidorito como periodista mexicano. Nadie ha explicado cómo hizo Isidoro para que seis horas después de encontrados los restos ya estuviese, lo más campante, en el mismísimo lugar del siniestro. 

Los socorristas, les presentaron a los recién llegados los restos encontrados. Y fue allí donde dicen los documentos de la crónica que Isidoro dijo textualmente: Es mi hermano. El mismo vello en el pecho, indicando el pedazo de tórax encontrado, sin cabeza ni extremidades, que le exhibían. Palabras que hasta el final de esta historia fueron tomadas como verdad irrefragable. Reforzando estos dichos el desconocido periodista Fernández (que según Isidoro era mexicano; sin embargo los pobladores rurales de Chilpancingo dijeron en sus testimoniales que tenía acento argentino), agregó en seguida: "Es verdad, ésta es la camisa que usaba David cuando salió de Nueva York". Se estaba refiriendo a un trozo de género azul que aún se mantenía adherido a la piel del tórax mutilado.

El médico habría mirado indiferente los restos y no se recuerda que haya dicho algo. Hubiera llevado tiempo y esfuerzo analizar los restos para determinar las edades de los tejidos, los grupos sanguíneos, las huellas dactilares de las manos encontradas y otras pericias muy elementales. Pero nada de esto se hizo. Ni la prensa argentina, siempre venal y antinacional, preocupada entonces por el cheque de la Solidaridad Justicialista, hizo hincapié en este detalle fundamental. De donde se deduce que al galeno lo llevaron por una formalidad y apercibido por instrucciones muy claras de los malhechores. 

Cuando esta cuadrilla de deudos y notables llegó de regreso a Chilpancingo, ya era noche cerrada. El licenciado Elías Añorve López, el periodista Emilio Valerio Fernández y el señor Isidoro Graiver tuvieron en esa vigilia una larga conversación a puertas cerradas, por lo que nadie sabe de qué hablaron. Y siendo éste un incidente público, que ya había dado la vuelta al mundo, y de sencillez extrema, no se explica el por qué de tanto hermetismo. No obstante ello, en sede judicial, Añorve López dice que estuvo toda esa noche consolando a Isidoro. 

Los restos mortales encontrados entre los pedregales y maniguas del cerro El Burro fueron entregados al día siguiente a Luis Ramón Romero, gerente de la Funeraria Gómez, de Chilpancingo, quien se hizo cargo de la bolsa de plástico donde había sido colocado el pedazo de tórax examinado como perteneciente a quien en vida se llamó David Graiver, de 35 años de edad, de profesión banquero. Los empleados de la funeraria cubrieron los restos con mucha cal (un procedimiento frecuente en estos casos, pero que destruye cualquier evidencia que pudiera servir a los peritos con posterioridad), los introdujeron en un ataúd, el cual fue entregado a Isidoro Graiver, quien se los llevó ese mismo día a la ciudad de México.

¿Y colorín colorado, este cuento ha terminado? No: dos días después del accidente llegaron dos funcionarios de la aviación civil de los Estados Unidos. No pudieron encontrar la caja negra, el cofre a prueba de golpes e incendios que registra los datos necesarios para reconstruir las maniobras y verificar el funcionamiento de un avión en vuelo antes de sufrir un accidente. El jet Falcon en el que supuestamente viajaba Graiver debió llevar una caja negra. Los delegados norteamericanos para el caso Chilpancingo trabajaron durante 20 días en el terreno con la ayuda de unos 30 voluntarios del lugar en busca de la caja negra, dado que lo exigía la compañía de seguros. Nunca apareció. Ni aparecerá, por lo visto. 

 

Más misterios

 

Según Carlos Sainz,  el controlador aéreo que estaba de guardia la noche en que se estrelló el avión en el que viajaba David Graiver en el aeropuerto Los Amates, de Acapulco, la ruta seguida por el avión era de buen tiempo para la navegación y estaba bien balizada. No había posibilidades de error. El piloto había mantenido contacto con él minutos antes de su accidente, diciéndole que su altura de vuelo era de 37.000 pies (un poco más de 11.000 metros). Luego le habría ordenado que descendiese hasta los 19 mil (alrededor de 5.700 metros). Pero no entendía cómo pudo bajar hasta los 9.000 pies (2.700 metros, más o menos), que fue la altura registrada en el altímetro de la nave cuando lo rescataron de entre las ruinas del accidente.

También agregó Sainz en sus declaraciones, que había formaciones de nubes con probabilidad de tormentas en la ruta, pero el tiempo era apto para el vuelo observado. Por esta razón alguien pensó que podría ser un rayo el que alcanzó a la nave en vuelo. Pero esto no pudo ser, porque el avión hubiese estallado en el aire. Consecuentemente los restos habrían quedado diseminados en varios kilómetros y los despojos humanos no estarían quemados. De donde se deduce que el avión chocó contra la montaña. Sin embargo lo extraño es que el piloto no intentara dar aviso por radio. Y el circuito con la torre de control permaneció abierto porque, siendo el único avión en vuelo en aquel cielo, ya había anunciado su propósito de aterrizar en Los Amates. Por ello es que todos permanecieron atentos.

El torso velludo de quien dicen fue de Graiver, fue cremado por disposición de su hermano Isidoro, en el Panteón Civil de Dolores, de la Ciudad de México: en él se congregan los restos mortales de todos los héroes mexicanos. Sus monumentos fúnebres rivalizan en imaginación y belleza. Al fondo, una chimenea de ladrillos rojos anuncia el crematorio. La empleada, completamente inadvertida, muestra la página del libro de los registros de incineraciones en una página que dice escuetamente: Agosto 10, año 1976. David Graiver, argentino, 35 años, fallecido el 7 de agosto en Chilpancingo, Guerrero. Certificado de defunción extendido por el agente del Ministerio Público Federal, Licenciado Elías Añorve López. Empresa funeraria: Galloso. Entró a crematorio hora 13 y 30. Cenizas retiradas: hora 19.30.

Traduciendo esto, significaría que se tardó seis horas para reducir a cenizas un torso humano de 0,196 m³, algo nunca antes visto. En fin, los operarios dijeron en su momento que ese tiempo empleado se debió a que los desechos estuvieron recubiertos de cal. Una cal que le colocaron los de la funeraria que sabían que los restos habrían de ser cremados.

Lo extraño es que no se pudieron sacar fotocopias de esa carilla y esa hoja foliada fue arrancada del libro sin conmiseración. El administrador de la necrópolis, un señor de apellido Mendoza, dijo que el folio faltante debió ser arrancado porque un empleado lo había manchado y resultaba impresentable. De forma que, este delito macabro, dejó de serlo rendido por la necesaria prolijidad de la documentación pública.

Cuando estaba vivo Cátulo Ortiz Ventura, un mancebo que hacía de cuidador de la finca ubicada en Paseo de la Reforma 2491, tuvo el desequilibrio mental de hacer declaraciones sobre Graiver a un diario mexicano. Esta fastuosa residencia se encontraba ubicada en el exclusivo barrio Lomas de Chapultepec, en las afueras de Ciudad de México, donde David Graiver y su familia pasaban sus días durante su permanencia en la capital mexicana. Pero revisando los registros del catastro, resultó que la propiedad, modelo "nuevo rico" con teléfono blanco y mucama con delantal y guantes blancos incluidos, era propiedad del arquitecto Humberto Alvarez, quien al saber que se lo andaba buscando, porque él fue uno de los que dicen vio a David Graiver con vida después del 8 de agosto de 1976, desapareció mágicamente. Por ello se sabe que Graiver alquilaba aquella mansión a don Álvarez por la friolera de 2.000 dólares mensuales.

Lo que dijo Cátulo Ortiz Ventura al periodista del diario fue textualmente: "Pues, verá usted; lo que ocurrió es que un mes después del accidente vino mi patrón, el arquitecto Álvarez acompañado de un señor, un licenciado de México, que quería arrendarle esta casa. Mi patrón le dijo que no se la podía alquilar, porque ya la tenía alquilada a don David, que ahora estaba en los Estados Unidos y pronto volvería. Entonces el licenciado le preguntó: ¿Pero, cómo, no es que se murió? No, explicó mi patrón, Graiver está ahora en los Estados Unidos y en cualquier momento se me aparece por aquí, pues tiene todo pago por algún tiempo".

Los empleados del crematorio colocaron en una urna funeraria las cenizas del cadáver de David Graiver. Lidia Papaleo, la segunda esposa del financista, salió de México con la urna. Nunca se supo hacia dónde. También llevaba el certificado de defunción de David Graiver, extendido por el agente del Ministerio Federal de Chilpancingo. Isidoro Graiver y el periodista Emilio Valerio Fernández acompañaron a Lidia Papaleo en los trámites de cremación de los restos.

El broche de oro de la historia se dio en el Registro del Círculo de la Prensa Mexicana, ya que no figura entre los periodistas profesionales ningún Emilio Valerio Fernández. En los círculos periodísticos de Buenos Aires es absolutamente desconocido. En el Registro de las Personas de México no había ningún Emilio Valerio Fernández, a pesar de ser el apellido Fernández verdaderamente abundante (los argentinos sabemos mucho sobre los Fernández). Pero el Valerio hace de impedimento para que este coso se transforme en una persona real. Lo mismo ocurre en la Argentina. De manera que este Emilio Valerio Fernández, a quien las autoridades mexicanas debieron pedirle sus documentos, es un desaparecido.

 

Concluyendo

 

Es difícil pensar que Graiver, otrora aportante del Estado de Israel y protegido pro su servicio secreto, el Mossad, pudiera ser “desaparecido” tan fácilmente. El periodista Juan Gasparini, en su libro sobre Graiver da cuenta de ello: “La CIA tenía un perfil preciso del banquero argentino. Figuraba en la lista de protegidos del Mossad. Todo Estado defiende a los banqueros que le son útiles, mucho más Israel, que depende de la asistencia exterior. Sobre todo de la diáspora judía, cuyos epicentros americanos, como se sabe, están en los Estados Unidos y en la Argentina”.

En fin, si Graiver no ha muerto, ¿adónde se encuentra? ¿Por qué Lidia Papaleo omite hablar de esa cuestión? ¿Qué pasaría si Graiver de pronto apareciera vivo?

Por ahora, preguntas sin respuesta.

 

Carlos Forte

 

Fuente: Pantallazo Histórico

 

Tomado de Tribuna de Periodistas

 

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